10.6.11

sug_El sinsentido de las carreteras

Siguiendo la línea de debate entorno a la ecología del transporte de la publicación sug.¿Cuánto cuestan los atascos de tráfico?, ahí va otro interesante post, esta vez del blog I love bicis.  
Link: El sinsentido de las carreteras @ I love bicis

Y al hilo del mismo, con el que estoy de acuerdo, mi opinión es que la solución no está en continuar con el modelo de ciudad actual, que crece y aumenta infraestructuras y no resuelve problemas, sino que los acrecenta. 

Partimos de nuevos parámetros que nos definen el entorno urbano, y el entorno de actuación de un ciudadano (nuevas tecnologías, interconexión, Internet móvil, teletrabajo, localizadores, etc) no se limita ya al espacio físico de la ciudad. 

Las medidas deben apostar por un cambio de modelo de crecimiento, en el que destaque en primer lugar la habitabilidad y la relación social entre individuos (en las políticas urbanas parece que ha desaparecido una de las razones de existencia de las ciudades), en segundo la óptima gestión del tiempo, del dinero, del espacio y de las tecnologías a nuestra disposición, y como fondo de escena siempre presente, la preservación del entorno y el respeto al medioambiente. 

arq_Arquitectos, sociedad y administración para una edificación sostenible

En palabras de Paul Hyett, presidente del RIBA[1], “somos la primera generación que conscientemente entrega a sus hijos este planeta finito”. Y según F. Guattari en Las tres ecologías, nos encontramos con la siguiente paradoja: “por un lado, el desarrollo continuo de nuevos medios técnico-científicos, susceptibles potencialmente de resolver las problemáticas ecológicas dominantes y el reequilibrio de las actividades socialmente útiles sobre la superficie del planeta y, por otro, la incapacidad de las fuerzas sociales organizadas y de las formaciones subjetivas constituidas de ampararse de esos medios para hacerlos operativos”.

Es decir, ambos coinciden en lo mismo: si no tomamos medidas no es ni por inconsciencia ni por falta de medios, sino por la falta de:

  • Verdadera disposición en las administraciones.
  • Actitud en la sociedad.
  • Aptitud en los profesionales.

Según Hyett, “sólo la sociedad puede exigir el diseño sostenible; los arquitectos no pueden imponerlo y las asociaciones profesionales son incapaces de regularlo”[2]. No obstante, las cosas parecen estar evolucionando poco a poco.

En lo referente a la aptitud de los profesionales, en los programas formativos de las universidades y las escuelas de arquitectura de España, cada vez tienen mayor presencia las materias que tratan los parámetros ambientales en el diseño, estableciendo una base de profesionales que con conocimientos cada vez más concretos sobre las repercusiones ambientales de su profesión, son capaces de desarrollar proyectos con un mayor grado de compromiso con el entorno.

Estas directrices docentes las establece claramente la UNESCO en colaboración con la Unión Internacional de Arquitectos, en su Carta UNESCO/UIA para la formación en arquitectura, de donde extraigo tres de los objetivos que propone a incluir en la visión del mundo futuro, cultivada en las escuelas de arquitectura:
  • Una calidad de vida decente para todos los habitantes del mundo. 
  • Una aplicación tecnológica que respete las necesidades sociales, culturales y estéticas de las personas, con un conocimiento del uso adecuado de los materiales en arquitectura y de sus costes de mantenimiento iniciales y futuros.
  • Un desarrollo ecológicamente equilibrado y sostenible del entorno natural y construido que incluya el uso racional de los recursos disponibles.

Es decir, que la enseñanza de la arquitectura debe asegurar, en su ámbito de aplicación, que no se hipotequen generaciones futuras, a través del conocimiento de los costes ambientales de los materiales y del uso racional de los recursos.

En cuanto a la actitud en la sociedad, la misma carta extiende sus objetivos de formación a los alumnos más jóvenes de la siguiente forma: “Que las cuestiones relacionadas con la Arquitectura y el medioambiente se introduzcan como parte de la educación general en escuelas de primaria y secundaria, porque es importante un conocimiento previo del entorno construido tanto para los futuros arquitectos como para los usuarios de los edificios”[3].

Las administraciones y los legisladores también parecen haber cogido el guante, y en nuestro país ya existe un marco normativo para la construcción, el Código Técnico de la Edificación, al que aunque aún le queda un largo camino por andar para poderlo considerar una herramienta que apuesta decididamente por la sostenibilidad, sigue en constante revisión, y fija unos estándares de calidad en la edificación, obligando a unas exigencias básicas de salubridad y de ahorro de energía, y potenciando unos sistemas constructivos que permitan una reducción de los sistemas activos de climatización.

Además, centrándose en la reducción del impacto ambiental de las edificaciones, también existen normas de cumplimiento voluntario, como la UNE 150.031 de Ecodiseño, que permite identificar los aspectos ambientales más significativos de la edificación a lo largo de todo su Ciclo de Vida y en consecuencia, actuar para reducir su impacto sobre el medio ambiente.


[1] Royal Institute of British Architects, cuerpo profesional de arquitectos del Reino Unido.
[2] HYETT, Paul: “Sostenibilidad, ética y arquitectura”. En: EDWARDS, Brian: Guía básica de la sostenibilidad. Barcelona: Gustavo Gili, 2004.
[3] AA.VV: Carta UNESCO/UIA de la formación en arquitectura. Barcelona: 1996 [Revisado en 2004/2005]. Comité de Validación UNESCO/UIA para la Formación en Arquitectura, en colaboración con la Comisión de Formación de la UIA. Sección I, Artículo 8, pág. 2.

sug_¿Cuánto cuestan los atascos de tráfico?

Más que interesante publicación en el blog Ecolaboratorio ambiental de El País. Cómo reflexión, valga la pregunta con la que concluye el texto:  
¿Qué te parecería que se repercutiese en el transporte los costes externos de sus impactos ambientales y sociales? 
Link:¿Cuánto cuestan los atascos de tráfico? @ ecolab